Veintiséis de noviembre del dos mil doce

TU SILENCIO

Seguramente te he nombrado

y no hay en el mundo una hoja que  tenga escrita estas palabras.

Haces absurdo este poema.

Eres como quien despierta en la madrugada esperando al sol.

Y yo un hombre de noche sin luna,

 un hombre de palabras y locura.

Si he de morir es necesario mi manifiesto.

Y como el desierto no pierde la arena...

He de marcharme hacia donde los astros lloran mi pena.

Mostrando algún deseo fugaz

que ni dios valorará esta carne que sangra.

El infierno quema en tu ausencia.

Quien pueda morir demuestra la perfección.

Pero el amor me condena.

Me uniré al cielo para no sentir tu distante existencia,

 en esta tierra.

Seguramente has buscado la forma del alma.

estas limpiando tu corazón. lo reconozco.

Déjame ver tu luz al fin.

Hazte sueño.

Sólo mata la desdicha como pensamiento.

Sea todo claridad.

Sea cierto lo que amas.

Siento gargantas rotas por decir.

Un descenso inquieto de amor.

¿Cómo es posible amar sin muerte?

Es la esencia verdadera en la realidad.

Alma tras un alma.

Escribo tras un golpe de cenizas

y entonces Friedrich Nietzsche, leerá mis poesías.

Absurdo en las mismas entidades físicas.

No despierto, es el viento que sublime respira.

Todos consumen en plenos giros.

Debes saber que cuanta más luz persigas,

las sombras acecharán tu alma;

con tal afecto de enemigo desbordado

de sangre y sudor ajeno a su propia forma.

No todo llanto persigue un milagro;

más bien aquello mismo que se derrama es gris

y refleja un estado perplejo de soledad.

Por eso las aves se acostumbran al vuelo

y cada cual admira su vida desde un paisaje eterno.

El sentimiento es tan sublime que desafía los sentidos

y el mismo infinito.

Pero no supera la sed

y no supera la proyección solar.

Cuanta esperanza esconde tu alma.

Tan solo debes saber interpretarla.

Cuando yo escribí mi primer poema,

Roma había muerto de gloria e incapacidad.

y sé que nacen y nacerán otros.

Moriré por los mismos hechos.

Como norte y sur a fin de ser cada uno.

Alguien está llegando entre el cielo y mi ser

y caigo al sol y es tan ciego para comprender.

Tanto tiempo para llegar a vos

y no me puedes creer.

¿Qué será de mi alma y mi muerte al fin?

Toda esa energía que nos rodea así se vencerá...

Quisiera despiadarme en mi corazón.

pero resulta humano la razón.

el cielo es amante de tu cuerpo.

¿Qué silencio habla más que yo?

Tu silencio.

Adiós, nunca.